En este post, recuperamos nuestro objetivo de conocer los pueblos cercanos al nuestro. En este caso, queremos hablar de nuestra vecina Anguita, pueblo con el que quizás sintamos más vínculos de amistad y buenas relaciones que con otros. De hecho, este post ha sido posible gracias a la colaboración de nuestro amigo Javier Serrano, quien nos ha enviado el artículo generosamente, mil gracias!!!
Y sin más... buena lectura!!!
Es bien conocida la rivalidad “inter pueblos” que existe entre las diferentes aldeas de la región de la Serranía. Quizá como herencia celtíbera, o mejor dicho, en consecuencia con nuestra propia naturaleza humana, animal por definición, los clanes, grupos, y en este caso, pueblos, se configuran como organizaciones con una “identidad propia” (para nada nacional, pero sí, en mucho, nostálgica).
Lo que los italianos conocen como “campanilismo” bien puede servirnos para esta exposición desde dos puntos de vista. En un sentido “negativo”, tanto Anguita como Luzón tienen merecida fama de ser pueblos un tanto chulescos, presumidos; aldeas dotadas de río y hermosas tierras, o de lo que es lo mismo, de una natural e inexpropiable riqueza. Mas en honra de ambos, también es muy cierto que entre ambos lugares no existe rivalidad, cuasi alguna. Anguita y Luzón son dos pueblos de conocido, y consolidado, “buen rollo”, dos pueblos vecinos, compañeros de río, pero ante todo, de destino.
Ya desde la antigüedad, Luzón y Anguita fueron puntos clave en lo que a la Celtiberia histórica se refiere. Anguita, más aún si incluimos a sus pedanías (especialmente a Aguilar), es uno de los términos, posiblemente el más, densamente “poblado” por castros, necrópolis y demás testimonios de la cultura celtíbera. A una eventual ciudad prerromana sin excavar, “La Cerca”, hay que añadirle castros como el del Hocincavero (semejante al de “La Cava” de Luzón, en cuanto a período y características) y las copiosas necrópolis de “el Altillo” o de “la Carretera Vieja” (las más ricas en lo que a esta cultura se refiere).
A la vez que una intensa presencia celtíbera, ambos pueblos compartieron enclaves romanos, si bien, en ello quizá quede algo de “campanilismo”, Anguita goza de preeminencia, comparativamente, si tenemos en cuenta, no sólo el posterior “campamento romano” de la Cerca, sino también testimonios con el puente sobre el arroyo del Prado de Aguilar o la villa romana hallada en las cercanía de la Ermita del Robusto. Anguita propiamente dicha, “surgiría” históricamente (en lo que a su situación se refiere) en los convulsos tiempos de la Alta Edad Media.
Dos torreones vigías, uno en Torremocha y otro en el propio pueblo, la “Torre de la Cigüeña”, demuestran cuán conflictiva fue la zona en tiempos de la Marca Media (frontera entre la España cristiana y al-Ándalus). La “Torre del Moro” del propio Luzón o la existente en la Riba de Saelices, se suman a estas dos torres de Anguita, en lo que fue un complejo sistema de vigilancia, quién sabe si con antecedentes romanos. Por aquellos tiempos pasó Don Rodrigo por el lugar, dejándose constancia de ello en el propio Cantar de Mío Cid: “por las Cuevas d’Anquita ellos passando van, passaron las aguas, entrando al campo de Taranz,”.
Precisamente, el Campo Taranz, junto al río Tajuña, es uno de los elementos que mayormente unen a estos dos pueblos (por más que, ni en el caso de Anguita, ni en el de Luzón, tampoco para Layna o Benamira, haya salido una mención ni en la página del Consorcio del Camino del Cid, ni tampoco en las famosos “cupones” que tanto han molestado a estos pueblos, o cuanto menos, a su propio orgullo). Una desgracia uniría más a ambos pueblos. Allá por el año 1197, cuando ambos pertenecían al Común de Villa y Tierra de Medinaceli, se negaron a pagar el “catedralicio”, es decir, el impuesto requerido para la construcción de Sigüenza, motivo por el cual, fuimos excomulgados.
La Edad Moderna es, por excelencia, la edad de máximo esplendor de Anguita. Al anterior paso de Sancho IV por el pueblo, se le sumaría la pernoctación de Felipe II y, lo que es aún más importante, el papel clave del lugar en la Guerra de la Independencia (muy especialmente con la constitución de la primera Diputación Provincial siguiendo a la Constitución de Cádiz). Que fuera Anguita un lugar de tanta importancia no es casualidad. La riqueza de sus molinos, batanes y tintes (“en Luzón carpinteros, en Anguita tintoreros”, dice el refrán), ayudarían a configurar a Anguita como el centro administrativo del Ducado de Medinaceli, siendo su actual ayuntamiento, el pósito, cárcel y casa del Recaudador de los Medina.
No es de extrañar que la riqueza del pueblo haya quedado registrada en la construcción de tres grandes templos: la ermita (con función “parroquial”) de Nuestra Señora de la Lastra, la parroquia de San Pedro y la ermita de la Soledad (a las cuales se les debe sumar, el pairón de San Vicente y múltiples santuarios, hoy desaparecidos, en cuanto a construcciones religiosas se refiere). Especialmente importante, por su valor histórico-artístico, es la iglesia de San Pedro, con su estilo románico-gótico. Decir que este templo goza de un perfecto estado de conservación, virtud de las obras promocionadas por otro de los mayores patrimonios comunes entre ambos pueblos: la figura de nuestro entrañable párroco D. Rafael Pascual Galán.
De la debacle regional acaecida con la industrialización no se salvaría el pueblo; si bien, pese a todo, pudo seguir cosechando éxitos de especial renombre en su haber, muy especialmente la construcción de “la Central” hidroeléctrica, en plena Postguerra española.
Cabeza de partido judicial, centro administrativo y lugar de reunión del Ducado de Medinaceli, pueblo citado en el Cantar de Mío Cid… Anguita es un lugar a tener en cuenta, y de obligatorio conocimiento, no sólo por las gentes de España en general, sino, muy especialmente, también por quienes tuvieron la suerte, “campanilismo” fragante por mí parte, de ser nuestros vecinos.
Lo que los italianos conocen como “campanilismo” bien puede servirnos para esta exposición desde dos puntos de vista. En un sentido “negativo”, tanto Anguita como Luzón tienen merecida fama de ser pueblos un tanto chulescos, presumidos; aldeas dotadas de río y hermosas tierras, o de lo que es lo mismo, de una natural e inexpropiable riqueza. Mas en honra de ambos, también es muy cierto que entre ambos lugares no existe rivalidad, cuasi alguna. Anguita y Luzón son dos pueblos de conocido, y consolidado, “buen rollo”, dos pueblos vecinos, compañeros de río, pero ante todo, de destino.
Ya desde la antigüedad, Luzón y Anguita fueron puntos clave en lo que a la Celtiberia histórica se refiere. Anguita, más aún si incluimos a sus pedanías (especialmente a Aguilar), es uno de los términos, posiblemente el más, densamente “poblado” por castros, necrópolis y demás testimonios de la cultura celtíbera. A una eventual ciudad prerromana sin excavar, “La Cerca”, hay que añadirle castros como el del Hocincavero (semejante al de “La Cava” de Luzón, en cuanto a período y características) y las copiosas necrópolis de “el Altillo” o de “la Carretera Vieja” (las más ricas en lo que a esta cultura se refiere).
A la vez que una intensa presencia celtíbera, ambos pueblos compartieron enclaves romanos, si bien, en ello quizá quede algo de “campanilismo”, Anguita goza de preeminencia, comparativamente, si tenemos en cuenta, no sólo el posterior “campamento romano” de la Cerca, sino también testimonios con el puente sobre el arroyo del Prado de Aguilar o la villa romana hallada en las cercanía de la Ermita del Robusto. Anguita propiamente dicha, “surgiría” históricamente (en lo que a su situación se refiere) en los convulsos tiempos de la Alta Edad Media.
Dos torreones vigías, uno en Torremocha y otro en el propio pueblo, la “Torre de la Cigüeña”, demuestran cuán conflictiva fue la zona en tiempos de la Marca Media (frontera entre la España cristiana y al-Ándalus). La “Torre del Moro” del propio Luzón o la existente en la Riba de Saelices, se suman a estas dos torres de Anguita, en lo que fue un complejo sistema de vigilancia, quién sabe si con antecedentes romanos. Por aquellos tiempos pasó Don Rodrigo por el lugar, dejándose constancia de ello en el propio Cantar de Mío Cid: “por las Cuevas d’Anquita ellos passando van, passaron las aguas, entrando al campo de Taranz,”.
Precisamente, el Campo Taranz, junto al río Tajuña, es uno de los elementos que mayormente unen a estos dos pueblos (por más que, ni en el caso de Anguita, ni en el de Luzón, tampoco para Layna o Benamira, haya salido una mención ni en la página del Consorcio del Camino del Cid, ni tampoco en las famosos “cupones” que tanto han molestado a estos pueblos, o cuanto menos, a su propio orgullo). Una desgracia uniría más a ambos pueblos. Allá por el año 1197, cuando ambos pertenecían al Común de Villa y Tierra de Medinaceli, se negaron a pagar el “catedralicio”, es decir, el impuesto requerido para la construcción de Sigüenza, motivo por el cual, fuimos excomulgados.
La Edad Moderna es, por excelencia, la edad de máximo esplendor de Anguita. Al anterior paso de Sancho IV por el pueblo, se le sumaría la pernoctación de Felipe II y, lo que es aún más importante, el papel clave del lugar en la Guerra de la Independencia (muy especialmente con la constitución de la primera Diputación Provincial siguiendo a la Constitución de Cádiz). Que fuera Anguita un lugar de tanta importancia no es casualidad. La riqueza de sus molinos, batanes y tintes (“en Luzón carpinteros, en Anguita tintoreros”, dice el refrán), ayudarían a configurar a Anguita como el centro administrativo del Ducado de Medinaceli, siendo su actual ayuntamiento, el pósito, cárcel y casa del Recaudador de los Medina.
No es de extrañar que la riqueza del pueblo haya quedado registrada en la construcción de tres grandes templos: la ermita (con función “parroquial”) de Nuestra Señora de la Lastra, la parroquia de San Pedro y la ermita de la Soledad (a las cuales se les debe sumar, el pairón de San Vicente y múltiples santuarios, hoy desaparecidos, en cuanto a construcciones religiosas se refiere). Especialmente importante, por su valor histórico-artístico, es la iglesia de San Pedro, con su estilo románico-gótico. Decir que este templo goza de un perfecto estado de conservación, virtud de las obras promocionadas por otro de los mayores patrimonios comunes entre ambos pueblos: la figura de nuestro entrañable párroco D. Rafael Pascual Galán.
De la debacle regional acaecida con la industrialización no se salvaría el pueblo; si bien, pese a todo, pudo seguir cosechando éxitos de especial renombre en su haber, muy especialmente la construcción de “la Central” hidroeléctrica, en plena Postguerra española.
Cabeza de partido judicial, centro administrativo y lugar de reunión del Ducado de Medinaceli, pueblo citado en el Cantar de Mío Cid… Anguita es un lugar a tener en cuenta, y de obligatorio conocimiento, no sólo por las gentes de España en general, sino, muy especialmente, también por quienes tuvieron la suerte, “campanilismo” fragante por mí parte, de ser nuestros vecinos.
Más información en: Serrano Copete, Javier, “Una historia de Anguita: el pueblo y su entorno”, Guadalajara, ediciones Aache, 2008.
Javier Serrano Copete
www.nubiru.blogspot.com
5 comentarios:
Muy interesante post de nuestro, bien dicho, querido pueblo de Anguita.
En cuanto pueda leeré el libro porque parece muy interesante.
¡¡Gracias!!.
estupendo post Fujur...
un abrazo
M.
Felicidades por el post!
me gustó el post Fujur, me acordé del Cid y Anquita, no sabía se refería al mismo.
El lugar se ve tranquilo, bonito y pintoresco.
Que chulo, nos gusta mucho, y nos sirve para presumir de "pueblo"
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