Siguiendo con nuestro repaso por la historia de la provincia, llegamos a la etapa de máximo esplendor demográfico y socio-cultural de lo que hoy es Guadalajara se alcanza en los siglos XV y XVI, bajo el poder y la influencia de la gran familia Mendoza, entre cuyos más notables miembros se encuentran el Marqués de Santillana -autor de las "Serranillas"- y el Cardenal Mendoza. La familia Mendoza, de la que surgen importantes mecenas del arte y la cultura, manda construir en Guadalajara a Juán Guas el Palacio del Infantado, el más representativo ejemplo de gótico isabelino civil de toda España. Igualmente, de la mano protectora de esta familia llega a nuestro país procedente de Italia el Renacimiento, cuyos mejores ejemplos arquitectónicos se dan en el Palacio de los Duques de Medinaceli (Cogolludo) y el Palacio de Don Antonio de Mendoza (Guadalajara).
A partir del siglo XVII, Guadalajara decae social y económicamente, a la par que el resto del territorio español, y es solar de continuas guerras que se prolongan incluso hasta el siglo XX, que, a la par que diezman su población, destruyen buena parte de su patrimonio artístico. Así, de estilos como el Barroco apenas quedan elementos representativos en Guadalajara, si bien bastantes retablos de iglesias de la provincia son de este estilo -magnífico ejemplo el de Chillarón del Rey-, aunque generalmente de escaso valor artístico. Del Neoclasicismo y estilos posteriores tampoco quedan muestras brillantes, si bien del Eclecticismo de finales del XIX la ciudad de Guadalajara reúne algunas obras arquitectónicas notables de Velázquez Bosco, como el Panteón y la Fundación de la Condesa de la Vega del Pozo, su Palacio y el Poblado de Villaflores.
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