Hoy se "celebra", como cada año, el Día Mundial de la Infancia. Una conmemoración que tiene más de toque de atención y necesaria señal de alarma que de festejo. Y es que las cifras que dibujan la situación de la infancia a nivel mundial no resultan precisamente alentadoras.
Según Unicef, cerca de 6 millones de niños menores de cinco años mueren cada año en el mundo por desnutrición y son más de 100 millones -en cifras de la Campaña Mundial por la Educación (CME)- los niños y niñas a los que les está vedado el derecho a la educación por no poder ir a la escuela. Muchos de ellos debido a que se encuentran trabajando: la OIT (Organización Mundial del Trabajo) los cifra en más de 220 millones, 126 de los cuales realizan trabajos peligrosos y 10 sufren explotación. Sin embargo, los datos no acaban ahí y, mientras que 150 millones de niñas -y 73 millones de niños- sufren abusos sexuales, según la OMS (Organización Mundial de la Salud), se calcula también que por lo menos 275 millones de niños son testigos de casos de violencia doméstica y que entre 100 y 140 millones de mujeres y niñas han sido sometidas a mutilación/ablación genital. Por otro lado, más de un millón de niños se encuentran encarcelados y expuestos a todo tipo de torturas y agresiones en las prisiones, tal y como denunciaría recientemente la ONG Save the Children.
Las cifras hablan por sí solas y deben llevarnos a reflexionar y a implicarnos en la estrategia de actuación que se precisa para paliar esta realidad. Porque son los derechos fundamentales de millones de niños y niñas en todo el planeta los que están en juego y no podemos seguir perpetuando la indiferencia ante este problema.
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