Desde Guadalajara, el cantautor, Jose Antonio Alonso, dedica estas palabras en recuerdo, admiración y lelatad a Labordeta.
Muchísimas gracias Mariano por hacérnoslas llegar.
PALABRAS A LABORDETA, DESDE GUADALAJARA
Caen las primeras hojas de otoño y un amigo me trae la noticia de tu adiós.
Te has marchado en septiembre y tus canciones, tus palabras, tus versos, tu ejemplo son ya el fruto maduro que nos sirvió de sustento a muchas gentes de este variopinto país que decidiste recorrer, mochila al hombro cuando tu paso, decidido aún, te permitía andar por los caminos.
Muchos crecimos con tu voz atemperada, íntima y dulce –“Abrí todas las puertas cuando se hizo la luz…”. “Regresaré a la casa, la casa de mi padre”. “Porque no nos ven hablar, dicen que no nos queremos”. “Siempre te recuerdo vieja…”
¡Cuánta ternura se alojaba en ese enorme corazón que ahora ha dejado de latir¡
También crecimos con tu voz firme y rotunda, cuando gritabas a los cuatro vientos las verdades desde tu garganta insobornable – “Habrá un día en que todos…” . “Les devuelvo el DNI, porque yo no quiero ir…”, “Esta albada que yo canto es una albada guerrera”-.
Crecimos con tu voz de fondo y tus cantos fraternales se convirtieron en himnos que unieron nuestras manos en la esperanza cierta de un nuevo día que ya se adivinaba.
¡Cuánta alegría en nuestras voces juveniles! –“Arremójate la tripa que ya viene la calor”… “el villano llino llano, el villano has de bailar”-.
También tu voz sirvió para aliviar nuestro pesar en las atardecidas cuando, contigo de la mano, pusimos sobre la mesa nuestras “banderas rotas” o surcamos el aire con aquella joven paloma que las tardes de los viernes se posaba en la ventana de la tertulia del Guardilón…“olvídame en tu vuelo, joven paloma”-.
Estuve a punto de hacer realidad uno de mis mejores sueños: cantar contigo en un concierto y soñé aquella estampa –maestro y discípulo entonando al unísono la albada irrepetible-. No pudo ser. La enfermedad se cruzó en el camino del sueño y dejamos para tiempos mejores el concierto.
Asi es que voy a buscarte para cantar contigo aquí o allí, en Aragón o en la Sierra, en los páramos desiertos o en las tierras altas de Castilla, en los otoños silenciosos, cuando las piras de humo se eleven hasta el cielo o en las alegres primaveras cuando los mozos planten el mayo en medio de la plaza.
Sé con certeza donde voy a encontrarte: en las suaves atardecidas cuando el viento me traiga el susurro de tu voz o junto al mar donde la paz anida. –“Quiero que el viento sea mi último compañero”
Siempre estarás conmigo, con nosotros.
Te has marchado en septiembre y tus canciones, tus palabras, tus versos, tu ejemplo son ya el fruto maduro que nos sirvió de sustento a muchas gentes de este variopinto país que decidiste recorrer, mochila al hombro cuando tu paso, decidido aún, te permitía andar por los caminos.
Muchos crecimos con tu voz atemperada, íntima y dulce –“Abrí todas las puertas cuando se hizo la luz…”. “Regresaré a la casa, la casa de mi padre”. “Porque no nos ven hablar, dicen que no nos queremos”. “Siempre te recuerdo vieja…”
¡Cuánta ternura se alojaba en ese enorme corazón que ahora ha dejado de latir¡
También crecimos con tu voz firme y rotunda, cuando gritabas a los cuatro vientos las verdades desde tu garganta insobornable – “Habrá un día en que todos…” . “Les devuelvo el DNI, porque yo no quiero ir…”, “Esta albada que yo canto es una albada guerrera”-.
Crecimos con tu voz de fondo y tus cantos fraternales se convirtieron en himnos que unieron nuestras manos en la esperanza cierta de un nuevo día que ya se adivinaba.
¡Cuánta alegría en nuestras voces juveniles! –“Arremójate la tripa que ya viene la calor”… “el villano llino llano, el villano has de bailar”-.
También tu voz sirvió para aliviar nuestro pesar en las atardecidas cuando, contigo de la mano, pusimos sobre la mesa nuestras “banderas rotas” o surcamos el aire con aquella joven paloma que las tardes de los viernes se posaba en la ventana de la tertulia del Guardilón…“olvídame en tu vuelo, joven paloma”-.
Estuve a punto de hacer realidad uno de mis mejores sueños: cantar contigo en un concierto y soñé aquella estampa –maestro y discípulo entonando al unísono la albada irrepetible-. No pudo ser. La enfermedad se cruzó en el camino del sueño y dejamos para tiempos mejores el concierto.
Asi es que voy a buscarte para cantar contigo aquí o allí, en Aragón o en la Sierra, en los páramos desiertos o en las tierras altas de Castilla, en los otoños silenciosos, cuando las piras de humo se eleven hasta el cielo o en las alegres primaveras cuando los mozos planten el mayo en medio de la plaza.
Sé con certeza donde voy a encontrarte: en las suaves atardecidas cuando el viento me traiga el susurro de tu voz o junto al mar donde la paz anida. –“Quiero que el viento sea mi último compañero”
Siempre estarás conmigo, con nosotros.
JOSÉ ANTONIO ALONSO
0 comentarios:
Publicar un comentario