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sábado, 27 de diciembre de 2008

Haciendo memoria... la Casilla de Luzón y su entorno

Este artículo se lo debemos agradecer a María Sanz Casado, quien nos ha facilitado gentilmente que lo publiquemos, gracias Mary!!!


No resulta fácil narrar lo mucho que significó “La Casilla” para la vida cotidiana de los luzoneros en sus diferentes generaciones.


Nuestra recordada casilla estaba ubicada en el terreno de Luzón, en el paraje llamado de la “Laguna Nueva”, o lo que es lo mismo en el Km. 153 de la carretera general dirección Terual y a 2, 7 Km. de distancia de nuestro pueblo.

El servicio principal de la casilla para todo viajero era la de poder coger en este lugar el “coche de línea” (como se llamaba al autocar) que partiendo desde Molina tenía su llega en Sigüenza para combinar, si lo deseabas con el tren.

La casilla construida en el año 1906, era una casa acondicionada como hogar facilitado por el Ministerio de Obras Públicas al llamado “peón caminero” para realizar su trabajo próximo al trazado de carretera asignado con la responsabilidad de atenderla y mantenerla en perfecto estado. Disponían de agua abundante, gracias a un considerado pozo (junto a la casilla) que se surtía del agua que recogía del tejado de la “casilla”y que por medio de un enorme canalón la depositaba en el mencionado pozo. Dicho canalón, separaba el agua que era considerada buena (el caminero se encargaba de ello) de la mala (tormenta de granizo). El pozo en su interior contaba con una escalera de hierro, siempre fija, para limpiarlo o repararlo. Su altura sobre el suelo era de más de 1 metro, éste estaba cerrado con candado pero, todo aquel que quisiera beber agua (eran muchos) debía decírselo a cualquiera de los habitantes de la casilla que con mucho gusto, la proporcionaba.

Cada peón caminero, tenía delimitado su terreno de trabajo, en este caso que nos ocupa de Luzón la extensión era desde el mojón de Maranchón hasta el mojón de Anguita. Todos los camineros próximos al nuestro estaban regidos por un capataz de la cabeza de partido de Molina de Aragón.

Las funciones principales del caminero eran las propias de limpieza de cunetas y pequeños arreglos de carretera, pero ...¡cuidado! también denunciaban a todo rebaño que no cruzara la carretera por el lugar indicado. Debían de hacerlo entre cuatro mojones (dos a cada lado de la carretera) llamados “colás”. También solían multar si una o varias ovejas merodeaban por las cunetas comiendo la hierba o por su proximidad a la carretera ante el peligro que podía suponer para los conductores (aunque bien es cierto que el tráfico era escasísimo).


Próximo a la casilla se encuentra el lugar conocido como “Las Ventas”, entre las “Cambronás” y la “Charca del Sotillo”. Allí había una “paridera” que servía de cuadra (en la actualidad quedan como testimonio un montón de piedras) para el descanso y refresco de las sufridas “mulas que hacían de correo”, cuyo recorrido era de Sigüenza a Molina. Pues bien, en este término de Luzón, las mulas que habían hecho de “correo” eran sustituidas por otras que aguardaban su turno. Allí las infatigables “mulas” descansaban hasta el día siguiente. Este peculiar “correo “ era el formado por una persona que arreaba cuatro o cinco mulas que tiraban de un carruaje a todo galope. Al pasar este singular correo por los pueblos se les permitía a los chavalillos del lugar apedrear a las “pobres” mulas para que fueran todavía más aprisa.

Con el paso del tiempo, esta forma de llevar el correo, lógicamente, fue sustituida por el conocido “Coche de línea” que además era utilizado para viajeros. La responsabilidad en el trayecto recaía en un maduro cobrador que se encargaba del correspondiente cobro en metálico al viajero; de hacer las entregas y recogidas de “sacas” de correos por los pueblos que recorría y, de abrirnos el maletero para facilitarnos las maletas. Anecdóticamente, ¿cuántas veces los habremos visto en pleno viaje y ante la mirada callada de los viajeros comer esos monumentales “bocatas” de chorizo, güeña ó torrezno que sin escrúpulos se sacaban de las alforjas, sin duda, ellos eran los “amos” del viaje. El conductor, el “otro compañero”, se limitaba sin más a su labor del volante porque “no había que distraerle, por si acaso...”

El primer “coche de línea” que pasó por Luzón con parada en “La Casilla” hacía el recorrido: Molina-Luzón-Sigüenza y desde allí si convenía se cogía el tren. Otra vez, con el transcurrir del tiempo, esta línea amplió las opciones de viajar con el itinerario: Teruel-Luzón-Guadalajara-Madrid. En la actualidad desde ese mismo punto de parada (“de la casilla”) de Luzón podemos ir en ese “coche de línea” o autocar remodelado hasta Valencia.

Se cumplen ahora más de cuarenta años desde que dejaron de habitar en la ya recordada casilla, ¿cuántos servicios o ayudas habrá proporcionado?, ¿cuántas conversaciones no se habrán hecho?, y ... se podrían contar por miles los momentos (con la casilla como testigo) vividos, me refiero a nostalgias y sentimientos entre lágrimas y abrazos ante una despedida o un regreso.

La casilla nos resguardaba y nos protegía con gusto de los cambios atmosféricos, e igualmente de forma callada pero amiga era fiel hasta en la orientación, pues al regreso de cualquier otro lugar en “coche de línea” ó vehículo siempre la tomábamos como punto inequívoco de referencia. Y, casi siempre nuestro corazón al visionarla a lo lejos empezaba a latir sintiendo algo especial, pues dábamos por hecho que nuestro trayecto hasta Luzón tocaba a su fin. La frase en boca de todos pronunciada o no, era “ya estamos en la casilla” o en la lejanía “mira ya se ve la casilla”.

No podemos olvidar al típico “cartero”, todos los días yendo y viniendo de la casilla para recibir del “coche de línea” el correo, bien en mula, bien a pie, ahora se hace en un momento en coche.

Y... sería bueno recordar anecdóticamente los incómodos “maletones” que se usaban para el viaje. Los “luzoneros” subían a esperar a sus familiares a la casilla en mulas con los correspondientes “serones” que servían para ubicar las maletas y así todos felices bajar hasta el pueblo.

En torno a la casilla se podrían contar infinidad de anécdotas vividas por los “luzoneros”, en la actualidad sobre estos aconteceres bien se podría decir que sólo nos queda ya el recuerdo de tantos y tantos momentos vividos allí. Este lugar sigue vigente pero en el año 1990, la casilla en un deterioro notable de abandono es derrumbada por el M.O.P. delimitando con mojones el terreno. El lugar sin la atrayente casilla, para los que la hemos conocido, ya no será igual que cuando estaba. Ahí quedan sus servicios principales que proporcionaba como parada con cobijo y orientación en general. Gracias “Casilla”.

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Luzón, vista de pájaro

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